
Lucrecia
flor de loto
Margen
Poesía de Claudia M. Sánchez Cadena
Estoy sentada en tu vieja casa, abuela,
donde no estas tu ni tu maquina Singer,
ni los camisones que olían a polilla
o la esquina que habitaba la gata negra,
una casa llena de humedad que sigue en lo alto de Cuernavaca.
Esperaste a que mamá recorriera la ciudad inundada
para despedirte de ella,
con las luces amarillas de la noche;
a veces quisiera que fuera un fantasma
para platicar contigo mientras Virginia corta mis cabellos,
para decirte que de repente me siento triste,
otras, un poco feliz,
para hornear un pan y compartirlo al ver la tele,
contarte que a veces extraño tus dedos largos
y que algún día visitaré tu playa en Colima.
Pero si fuera un fantasma
no podría buscar flores diminutas para llevarlas a casa,
ponerlas en un frasco vacio
y pensar en las arrugas que surcaban tu piel,
en ti sentada en el humedal de la casa.
En este lugar no hay mar,
ahora te veo en la marea de los árboles;
aunque naciste tan cerca de las olas
no estuviste mucho tiempo en esas calles estrechas y empinadas,
viniste hasta aquí para pisar este sitio que ahora me parece tan seco, abuela,
faltan las lágrimas que compartimos al escuchar ese tango de Gardel.
No quiero que seas un fantasma
y te cubra una sabana blanca,
que permaneces en un lugar que se deshace y sangra
o que te rodeen mirlos negros
y no puedes contarme más secretos,
no quiero que grabes la casa en silencio sin poderte despedir para siempre.
Hay un jardín,
musgo olivo sobre tus cabellos,
luces de abril que estremecen setas y raices,
la tierra entre los dedos,
grietas que nos llevan a bosques profundos,
a la inmensidad de los solitarios.
Y si hurgamos en el fondo de todo
hallaremos objetos inasibles,
un camino donde el viento se deshace
en la piel;
senderos que palpitan, sonidos ondulantes,
ventanas en donde se cuela la humedad de los ojos
y bocas.
Y nos llenará un aroma podrido de tumbas negras.
Y también nos llenaremos de amor
que nos resguardará cuando el moho llene
nuestros pulmones,
le construiremos un ático en la casa,
una memoria,
como isla que todo lo traga y atraviesa,
la persistencia que se vuelve mar
y el mundo se volverá apacible.
Soñaremos que los objetos escapan de nuestras manos,
como en el cuento de alicia y el hueco interminable,
imaginaremos la tristeza
como una lluvia de hojas amarillas y brillantes,
la caida del reloj,
el agua que nos resguardará de todo.
Edificar un puente
para llegar a algun lugar,
tomar el café de la medianoche,
contemplar la decadencia
a una distancia prudente,
mirar mi casa,
extrañarla,
junto a la tibieza de la gata
y la gotera que esta sobre mi cama.
Construir un puente y llenarlo de macetas
para recordar el camino de regreso,
llevame la raiz de la albahaca,
la cacerola despostillada,
hogar delpachycereus marginatus,
llorar algunas lágrimas falsas
al extrañar la tierra de mi patio,
las plantas,
el cielo mohoso,
la calma de la madrugada.
Sentarme a la orilla del puente
para mirar el infinito,
creer que es necesario viajar para añorar la patria,
pensar en el concepto de patria,
en los vinculos afectivos,
tan solo para descubrir
que es mejor despatriarse
y dedicase a mirar las plantas.
Claudia M Sánchez Cadena

Morelos, México. Estudió Letras Hispánicas en la UAEM. Ha colaborado en las revistas electronicasMonolito,Tercera Víay esLa raza comica, también en el suplemento cultural La Jornada Semanal, en la cartoneraPUF!, esfanzine cracken y en la revistaLa Otra.Autora dereconstrucción(Ediciones Simiente, 2014),Árbol de jilgueros (Colección Galaxias, FEDEM, 2018),Agapantos(Mantra Ediciones, 2019) yEsquirlas(Editorial Ojo de Golondrina & Cuadernos Reciclados, 2021).