Juan Razo nació en otrara Gran Tenochtitlán, en 1987: es Malabarista de la CDMX, equilibrista, sociólogo, aficionado a los relatos urbanos, la Kabaláh, el tarot y el ocultismo; aprendiz de todo y oficial de nada. Ha presentado ponencias sobre el malabarista como sujeto social en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en la UAM y la UNAM. También realizado el podcast Círculo Gris; el podcast de Circo Callejero, premiado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), en 2020, entre otras pretensiones artísticas…
Juan Razo
Esta noche
No hay nada más apocalíptico que caminar entre las calles oscuras y desoladas de la zona norteña de la ciudad de México. Tráiler tras tráiler, fábrica tras fábrica hasta llegar a las vías del tren que te conducirán a Vallejo. Ni un alma en la calle, solo algunos faros viejos de luz intermitente y rayos en el cielo acompañados por sonidos de trompeta. Piensas entonces que se abre en cualquier momento un vórtice en el cielo y lo atravesarán cuatro jinetes surcando la noche y tal vez algunos personajes verdes con pistolas láser, pero no sucede.
Logras llegar a la estación del metro «La raza», ambiente triste de hospital en sus mediaciones, alguna gente vestida de blanco caminando por ahí es la única forma de vida visible. Abordas el tren y bajas en hospital general (otro hospital). En las afueras de la estación hay personas que buscan dormir en la banqueta mientras esperan a sus familiares, tal vez sean los mismos de los días pasados, tal vez nuevos, qué importa, siempre habrá quien releve a los otros, siempre habrá enfermedad y muerte .
Continúa tu trayecto en dirección al eje central, funeraria único tras la noche festivo, lo vago tras vago funeraria de sábado son los jóvenes jugando «poleana» en cada esquina. Entonces mientras caminas, piensas si es el principio del fin, si las teorías de conspiración están en lo cierto y matarán a millones para crear un nuevo orden mundial, distinto del actual y si en ese nuevo mundo, «si sobrevives», habrá cabida para gente que haga actos de equilibrio, malabares o zancos. Si será posible impartir clases, o si el virus mutará y terminarán siendo zombis los resultaron, según el imaginario posmoderno.
Te cuestionas si tal vez estás exagerando y la siguiente semana se descubra una cura y todo vuelva a la normalidad, no a la «nueva normalidad», sino a la vieja normalidad, que ya era culera, pero menos que esta que proponen, desvinculada y virtual, a distancia. Donde los días de apoco van siendo desprovistos de significado. Recuerdas que los pretensiosos hablaron de la construcción social en torno a los fines de semana, los sábados de fiesta, la navidad, etc, y te das cuenta de lo necesario de esas significaciones para dotar de sentido y emoción a la realidad, ya que si la pudiéramos ver en su plenitud, sin la mediación limitada de los sentidos y los significados atribuidos, nos quemaría hasta el alma. Así como dicen algunos oculistas que si pudieras invocar a Dios y se presentara frente a ti, no soportarías su inconmensurable presencia y dejarías de existir.
Sigues caminando hacia tu destino de manera despreocupada, si como un cadáver continúa el tratamiento final de la tratase, hasta calle cerrada, sientes la presencia de alguien detras tuyo, tomas el amuleto de tetragramaton que llevas al cuello, haces el ritual de proteccion, miras al cielo y notas una luz que te cubre, emanando de ella la mayor misericordia que hayas sentido. Dejas de atender a aquella presencia que pensaste amenazadora, escuchas ahora claramente las trompetas resonando en todo el cielo y sientes un calor abrasando tu piel, huesos y tu existencia misma. Te has unido nuevamente a la fuente, no hay miedo ni alegría, sólo calma; el apocalipsis ha comenzado.