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- Ahora el mundo es algo que se llama, “Esto no será lo mismo, ya no insista”
Eva Castañeda Siento un verdadero pánico de regresar a esas avenidas atestadas de automóviles, a volar, a ver multitudes, a subir por esas escaleras eléctricas que llegan a ninguna parte, a los elevadores y a esa muchedumbre que jamás te verá a los ojos. Este siglo XXI será siempre una pregunta. Por favor conteste: ¿Convive usted con la muerte? Dice que no sabe. Le digo que sí, que todos los días, que aquí está. Mire bien, el mundo ya es otro. Por ejemplo, ¿ha pensado usted en sus pulmones? Su tejido, la probable inflamación. Su parálisis. Ventilación mecánica, le dicen. Deténgase. Este virus ha viajado. Guárdese. Observe su respiración. Observe bien. Aquí el diafragma, esa palabra larga. Grave. ¿Le han dicho que se contrae y desciende? ¿No? Mire bien. Cierre los ojos. No piense en la prisa o en los hospitales de tubos infinitos. Mire su cuerpo, todavía se mueve. Vea la palabra tráquea frente a usted. No piense en la sedación ni en el sueño que se parece a la muerte. Observe la entrada de oxígeno a su cuerpo. ¿A qué sabe? ¿mandarina o a analgésico? Todavía respira. Mire bien. Aislamiento. Reclusión. Encierro. ¿Cuál de todas? Ninguna. ¿También para ti las avenidas y plazas se convirtieron en un recuerdo? Quisiera saber tu opinión. Yo oscilo entre la vigilia y el desvarío. ¿Te pasa lo mismo? Esto no es el encierro. ¿Qué es entonces? Un país al que ya no podrás entrar. Ahora el mundo es algo que se llama “Esto no será lo mismo, ya no insista”, y sí, estoy sentimental porque no entiendo, nada más no entiendo. Todos parecen estar un poco tristes, un poco lejos. Muy lejos. Es verdad, hay algo de fragilidad en todo esto, pero deténgase. Mire bien. Todavía respira. Eva Castañeda. Escritora y profesora de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es Doctora en Letras en donde además realizó un Posdoctorado (CIALC-UNAM). Forma parte del SNI-CONACyT. Es autora de Nada se pierde (Vesrsodestierro, 2012), La imaginación herida (Trajín, 2018) y Decir otro lugar (Elefanta Editorial, 2020). Ha escrito múltiples ensayos creativos y académicos que han sido publicados en revistas nacionales e internacionales. Ha sido incluida en diversas antologías poéticas y una muestra de su trabajo creativo aparece en diversas revistas nacionales e internacionales de poesía. Poemas suyos han sido traducidos al alemán, chino e inglés. Le interesan las escrituras híbridas e interseccionales y la crítica literaria.
- Tres poemas imperdibles de Zyanya Mariana
Por Zyanya Mariana Tránsito devoto I Es cierto, Nezahualcóyotl no tenemos raíces en la tierra Sólo un instante breve devoto para cumplir el destino secreto de la materia Florecer para morir Como el jade que se quiebra Como el oro que se rompe Como el plomo que intoxica Como la pluma de quetzal que se desgarra Como el acero que se tuerce Como mi bultito sagrado que hoy se transforma Los hilos de mi existencia se reacomodan se enredan, se enlazan y se deslizan a veces se reanudan o se desenredan Como el telar se rompen, como la trama se reacoplan Éste es mi cuerpo Sólo un instante breve y devoto Con cantos se dibuja la noche con trabajos los días como sombra y luz que se embrolla y se anuda las noches y el día El tiempo los va borrando Somos piedras dispersas de una ciudad que fue ruinas de una urbe anterior borrada artificialmente Los hilos tienen sabor metálico Los colores también Somos la pintura de un jardín bíblico sobre un Tlalocan en un valle sagrado Ambos se irán desfigurando Como lenguas iremos desapareciendo de una en uno, los seres Mudos, nos conformaremos con el cielo y las estrellas En la ciudad sin nombre palimpsesto mineral y orgánico no hay estrellas, tampoco noche El enigma, por fin lo entiende mi corazón Que no hay sabios ni desvaríos Que vi naves de ataque incendiadas y rayos cósmicos brillar en el umbral que no supe si eran mías las memorias perdidas en la lluvia o artificio de seres guardados en otro tiempo que no es el mío Quien añade ciencia añade dolor dice el libro de los que creen en un solo dios Y aquí estoy sin raíces en la tierra un breve y devoto instante La muerte durmiente Dicen que leyó a Kawabata pero entró en la casa de las bellas durmientes y supo por la letra impresa que el cuerpo decrépito y tránsito que bellísimas jóvenes dormidas inmóviles que casi muertas sólo los ojos las pueden tocar y por la letra impresa supo que llegaría la muerte Con dinero labró un pulido espejo y le insufló vida era mujer que obediente probó la sombra de la ciencia formas quirúrgicas aquí incisiones estéticas allá tetas aquí bótox allá que nadie reconozca lo que fue ayer ni el golem que es hoy Se miró en su creación era más que las partes se aferró a la imagen detendría el tiempo y él quiso ser casto y puro y concebir por el espíritu santo se cambió por el fruto sombrío que otorga lo acumulado a ver si así engañaba la muerte Exilios de la carne II En el principio una mujer y un hombre y bailaron y se convirtieron en aliento y tuvieron miedo En el silencio ceñido a los cuerpos se rechazaron se metamorfosearon y nacieron como ojos de agua que devinieron lagos Se encontraron Se reencontraron y la tierra los sostuvo Se enlazaron Se reenlazaron y las aguas se confundieron se fundieron parecían uno hasta que llegó el exilio * Los poemas seleccionados fueron extraidos de tránsitos (2020) Zyanya Mariana (México) Poeta y escritora. Ha publicado De las cosas que vienen de la nada y otras inmediateces (2004 Elefantes, Nicaragua, 2010), traducido al inglés; Linajes y Anarquías (Elefanta Editorial, México, 2013) Tránsitos (Lunaria Ediciones, 2020); así como en diversas antologías de poesía femenina. En 2013, fue mención del premio Dolores Castro por su trabajo narrativo Cuentos y bollitos para una niña (Elefanta Editorial, 2016). Maestra en Historia por la UNAM y doctora en Letras Modernas por la universidad Iberoamericana. Curadora de arte y crítica de cine; su tema de investigación y sus escritos se centran en los "sistemas de representación" que vinculan el lenguaje, el erotismo, el arte, la violencia y la sacralidad. Suele dividir su vida entre la academia, la escritura y la maternidad.
- Haiku
Por Etel Robles Suburbano Marrón vibrando al viento de la tarde: el tren se ha ido. La calle Alzas la vista, no encuentras otros ojos que te reflejen. Calentamiento global Mañana fresca, bochornoso atardecer: se acerca invierno. Capitalismo Entra el pesar en tu bolsillo vacío: buscas un trueque. Amor Por esas manos, te has olvidado que de nada vale...
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- 4.2 | Poéticas Marcianas
sofía de la torre Nació en la ciudad de México en 1997. Tiene una pasión admirable por imitar la frase inicial de La Boca de Camilo y Mau y Ricky: Cantame Mau y Ricky. El limón, el chile serrano y la soja le parecen los ingredientes únicos existentes en la cocina. C asi de manera mecanica, hace avioncitos con las etiquetas del te de manzanilla. Acostarse en superficies planas y mirar el cielo le hace sentir que la tierra no es más que una canica flotando en el espacio ; sin embargo, lo disfruta plenamente. Inicio Convocatoria ¿Quienes somos? Desdémona siglo XXI Miradas desde el encierro literatura plástica Audiovisual Entrevista contacto Resultados de la búsqueda More sofía de la torre Las pesadillas y el peso de los mamiferos Lass dir Alles geschehn: Schönheit und Schrecken. Hombre muss nur gehn: Kein Gefühl ist das fernste. Rainer María Rilke La palabra pesadilla viene de pensar y el diminutivo de pesar, si lo analizamos sin excesiva seriedad tener pesadillas es pensar pesadito. Yo sueño en blanco y negro, por eso las pesadillas no me impresionan. Si recordara los sueños más terribles, podría hacer una película de cine noir bastante confusa. No los recuerdo porque estoy ocupado en cosas más importantes, como mirar al techo o preguntarme qué tan necesario es recordar o cuánto tiempo debo esperar para que se levante la vaca que está reposando en mi pecho o si todas las palabras son punzantes si las piensas demasiado . Yo creo que las palabras se envuelven alrededor del colchón y crean un camino de agujas escondidas en una alfombra persa y por eso se torna difícil pensar. Pero el problema no nace de las palabras o de los tapetes, sino de la vaca que llega en silencio y se acomoda sobre mí. Es su peso lo que establece la sensación de estar enterrado de manera vertical en la arena, con la cabeza afuera mientras una ola se acerca a una velocidad espeluznante. Según la innegable información de Wikipedia una vaca pesa alrededor de setecientos veinte kilogramos, que sería lo equivalente a levantarme a mí mismo doce veces. En un día común nos levantamos de la cama una vez; en situaciones extraordinarias o multas de semana podemos repetir ese proceso una n cantidad de veces (más que nada porque la vejiga tiene una menor capacidad que esas botellitas de plástico rosa que venden en Miniso). Sin embargo, si la vaca se postra, es casi imposible levantarse. Hay que hacerlo, eso no está en duda (o terminaremos con dolores de espalda, el pelo grasoso y los pantalones meados) pero es una tarea bastante complicada. Si midiéramos a la vaca con la misma regla con la que medimos a las pesadillas, sería como despertar y continuar en ese pensar pesadito. A diferencia de los sueños inconvenientes, la vaca necesita más que el sol de la mañana para desaparecer; necesita un sol propio que en realidad es más pesado que la mentada vaca. Pero hacer el esfuerzo sobrehumano de levantarse, mientras se maquina lento el plan de creacion de un sol, es necesario para la supervivencia. Hay que hacerlo, aunque sobrevivir solo porque no hay de otra, puede convertirse en pensar pesadito. Por el momento, solo puedo confiar en que la vaca se volverá un buen bistec y buscar formas de hacer la vida más ligera cómo llamar pensar pesadito a las pesadillas o vaca a la depresión.
- 4.1 | Poéticas Marcianas
Escritora mexicana nacida en el año de la caída del Muro de Berlín. Maestra en Relaciones Públicas. Periodista cultural y colaboradora en la Revista Sputnik. Social Media Manager independiente. Feminista. Su trabajo literario ha sido publicado en diversas revistas nacionales y antologías. Inicio Convocatoria ¿Quienes somos? Desdémona siglo XXI Miradas desde el encierro literatura plástica Audiovisual Entrevista contacto Resultados de la búsqueda More Mónica Castro Lara tiempo de amapolas No vayas para allá, hazme caso. No vayas para alla. Escucho su tono impositivo mientras me pongo el sombrero de crochet de colores que tanto odiaba. No lo hago con la intención de molestarla, sino porque además de ser una tarde soleada, quiero contrastar un poco este vestido negro que me fastidia. No me malinterpreten, me gusta el color negro pero, tener que usar por obligación y porque no hay forma más directa de predisponer a la gente y hacerles saber que estás de luto, me molesta; no tengo tantos atuendos negros y con las cosas como estan tendre que ponerme creativa durante todo el año. Procuro salir de casa sin ser vista; con seguridad, mi padre y tíos seguirán discutiendo. Despacio, cierro la puerta para que el viento no la azote y me dispongo a caminar por un largo rato hasta llegar a él. Tan solo después de unos pasos ya pesar de la senda arboleada, comienzo a notar pequeñas gotitas de agua que brotan por encima de mi labio superior gracias a los fuertes rayos del sol ya que voy caminando con cierta prisa.Espero hayas traído el pañuelo que te regaló la abuela porque una señorita como tú, no puede andar así. Hago caso omiso de su comentario mientras busco el pañuelo dentro de mi bolsa. Trato de resistirme por un tiempo pero, siento su mirada aún más desafiante y termino limpiándome el sudor a regañadientes y sin mirarla. Ganó. Ganó como siempre. Inconforme, sonrío a medias mientras guardo el pañuelo mojado. Al fin logro vislumbrarlo: un tapete rojo, infinito. Me emociono y apresuro el paso; también lo hace ella.Te dije que no, Virginia. Te dijo que no. Nunca le gustó que corriera así que, lo hago a propósito y para provocarla. Sin dejar de correr, me quito el saco, los tacones y las medias, y arrojo mi bolsa junto a ellos. Nunca me había así, tan libre, tan dueña de mí misma, desafiándola a ella y al mismo tiempo sentido, a mí. Comienzo a adentrarme en él y parece como si estuviera en un cuadro de Monet. Miro de reojo y no la veo. Con incertidumbre, las acaricio con cuidado; parecen frágiles y no quiero hacerles daño. Me detengo a mirarlas a detalle: acaricio sus tallos vellosos, sus pétalos corrugados que se asemejan a un papel fino, casi transparente; son de un rojo precioso, brillante, excitante. Todas tienen curiosos botones negros en el centro, lo que me hace pensar que, así como ellas, todos tenemos una especie de “botón negro”, esa partecita oscura inherente que nos complementa y que no resta en belleza, sino más bien, la resalta . Sigo caminando y adentrándome más y más perdiendo toda noción de tiempo y distancia. Creí que esa sensación de felicidad sería interminable, pero no es así. Tras años de un anhelo incesante, estaba por fin dentro del campo de amapolas que tantas ocasiones vi y que, sin mayor explicación, mi madre me prohibía visitar.Se llaman papaver rhoeas y no debes de tocarlas por ningún motivo. Cuando tomo conciencia de ello, me invade una melancolía que cierra mi garganta y agita el corazón. Empiezo a buscarla con desesperación y me doy cuenta de que ya no la veo ni la escucho. Comienzo a sentirme mareada. Angustiada, lloro… lloro mucho. No pude hacerlo hace dos semanas, cuando pasó y no porque no quisiera, sino porque no pude. Ahora no sé qué hacer con todo este amor que es de ella y lo único que quiero, es volver a verla y escucharla como hasta hace un rato. Hay un silencio inquietante que recién percibo; no hay pájaros, no hay viento; solo el sonido de mis pies rozando la hierba crecida. El mareo se intensifica. Esta quietud me exaspera; Supongo que así será la vida sin ella, sin mi madre. Con los ojos apesadumbrados, apenas logro distinguir un halo azul que se aproxima. Son pocas las fuerzas que tengo pero aún así, arranco la amapola más larga a mi alrededor. Ustedes también han arrancado flores, así que no me juzguen. El halo pesado celeste, aumenta y me abraza; no me resisto por el miedo y me dejo llevar. Despierto con la voz de mi padre a lo lejos gritando mi nombre. Me siento liviana, frágil. Toda la angustia y la tristeza se han ido. Veo a las otras amapolas tan altas como yo. Escucho pasos ensordecedores que se acercan con rapidez.Aquí está el sombrero y su ropa. Veo a mi padre mucho más grande que las demás flores, inalcanzable. Un gigante que mira con extrañeza mis cosas. Quiero hablar y no puedo. No puedo moverme por voluntad propia, no puedo hacer nada.Hay que seguir buscándola. Ahora lo entiendo todo. Mónica Castro Lara
- 8 | Poéticas Marcianas
Abril 1977, Patagonia Argentina, Trabajadora Social, (área comportamiento humano) escritora de poesía y microcuento. (Residente en Chile) Libros publicados: Una habitacion en el infierno (Ediciones La Horca/ 2016), Poemas desahuciados (Editorial Ovejas Negras/ 2017), pupilas de loco (Rumbos Editores/ 2020), Miembro del Directorio de la organización mundial de escritores PEN Chile/ (poetas, ensayistas y novelistas). Inicio Convocatoria ¿Quienes somos? Desdémona siglo XXI Miradas desde el encierro literatura plástica Audiovisual Entrevista contacto Resultados de la búsqueda More Poesía de Victoria Morrison Misericordia Desafío todas las cuerdas de mi violín de infancia toqué horrores desastres y discordias Fui tierra de muertos. Sepulte todos mis libros en el baúl de la adolescencia cave hondo hasta la recondita oscuridad en el bosque de millanto fui la princesa de la corona de espinas hui por las escaleras movidas renunciar al compromiso que lastimaba mis huesudos hombros ¡Victoria pálida rebeldía de la locura! la sangre de mis rodillas rotas fue la misericordia de mi liberacion que se quejaba como un animal lastimado. Victoria Morrison