por Misael Carbajal
A continuación se enlistan los siguientes usos de la torre Eiffel:
La torre es excelente para recargarse, en especial cuando uno quiere atarse las agujetas.
Es un puntero extraordinario en caso de haber olvidado la ubicación del cielo.
Para la educación, sería imposible la enseñanza del triángulo isósceles sin su ejemplo.
En caso de no existir, los fabricantes de llaveros de 1 euro no tendrían qué miniaturizar.
Ni hablar de los postaleros; irían a la quiebra, si aún existen.
pArís no podría cambiar la letra A en su nombre por la torre. Y Prís suena muy feo.
La fama de Gustave Eiffel sería nula y no podría atribuírsele cualquier construcción de su estilo. “¿Ves ese puente como de fierro? Sí, mijo, lo hizo el Ifel, el mismito que hizo la torre”.
Al parpadear y hacer juegos lumínicos cada cierto intervalo de tiempo, te recuerda el bombillo viejo y solitario que alumbra la litera en tu abarrotado hostal.
Es necesaria para las transiciones de Hollywood. De otra manera, ¿cómo podríamos saber que los hechos se desarrollan en París? Ni que hubiera un arco triunfal, una pirámide de cristal, una ópera con un fantasma, una catedral gótica con un techo súper hot, catacumbas repletas de cráneos, una plaza con una columna, otra plaza con un obelisco, otra plaza con una fuente, otra plaza con una noria, otra plaza con un jardín, un palacio con una cúpula dorada o una pléyade de locales de shawarma…
Por todo lo anterior, considero necesaria una disculpa pública de parte de Carlos Azar hacia la torre. Se le deben otorgar boletos de avión, viáticos, hospedaje, comidas, vino, transporte, acceso a la torre (y no el sencillo, el que permite tomar el elevador), traje, camisa, corbata, calzado y sombrero. Todo esto con el fin de que se traslade inmediatamente a París y devengue sus agravios con la formalidad necesaria.
PD: Si quieren puedo ir también y ver que sí se disculpe.
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