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Manuel Terrones Pacheco (Lima - Perú, 1989). Licenciado en Administración de Turismo y estudiante de la maestría de Escritura Creativa en la UNMSM. Sus microrrelatos han sido publicados en la Colección Underwood de la PUCP bajo el título de Transparencias (2018) y en las antologías 69 (2016) y En el camino: Nuevas voces de la minificción latinoamericana (2020).

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Manuel Ricardo Pacheco

Conteo regresivo

El retador avanza mientras el público se pone de pie, entre vítores. Peleará de local frente al campeón de su categoría, un monstruo de cien kilos que se yergue ante él desde la otra esquina. El presentador anuncia a los contendientes y el coliseo se deshace en aplausos. ¡Ding! La campana suena y los boxeadores salen de sus esquinas. El enfrentamiento es parejo durante los tres primeros rounds. Aunque su rival lo ha abordado con ferocidad, el retador sabe resistirlo. Las arengas del público llegando a sus oídos lo motivan. Siente confianza al encajar dos rectos macizos que obligan al campeón a trastabillar y abrazarlo. Separación y fin del round. Vuelve a su esquina por un momento, creyendo tener asegurado el cinturón, saboreando a todo sueño la gloria que parece inevitable. Sin embargo, su optimismo coincide con el segundo aliento de su oponente, que lo somete con varios golpes a la prisión de las cuerdas. La sangre le acaricia el rostro desde la ceja. Respira con agitación, le duelen las costillas, pero no quiere perder ante la gente de su ciudad. Hasta que el puño derecho del campeón se le estrella en la mandíbula como una bala de cañón, girándole la vista hacia la lona, provocando el lento conteo del árbitro: uno, dos, tres…

…Tres, dos, uno. El árbitro deja de contar y el retador se levanta. El puño de su oponente retrocede con la velocidad de un disparo. Todavía respira con dificultad, pero ya no le duelen las costillas y sus heridas empiezan a cerrarse. Incluso la sangre que le manchaba el rostro inicia su ascensión hasta la ceja. Logra zafarse de las cuerdas y con cada retroceso del campeón, la confianza envuelve su cuerpo. La campana suena y él retorna a su esquina, seguro, optimista; tiene al monstruo dominado. De vuelta al ring, se abrazan y el campeón se incorpora después de trastabillar. Cada puño entregado regresa al retador como una llamarada de fe. La pelea vuelve a ser pareja, las heridas sanan, los boxeadores regresan al refugio de sus esquinas. La campana suena. ¡Ding! Hay un estallido de aplausos y el presentador se traga sus palabras. El retador ya no va a pelear contra el gigante que lo espera en una esquina. Escucha, en cambio, los gritos esperanzados de su público. Baja del ring y corre de espaldas, hasta perderse en el ingreso del coliseo. Y la gente, que poco a poco empieza a vaciar sus asientos, deja que el lugar vuelva lentamente al silencio.

Manuel Ricardo Pacheco

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