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       En la historia de las artes plásticas mexicanas del último tercio del siglo XX, más específicamente, entre finales de los años setenta y principios de los ochenta, ocupa un lugar muy meritorio el colectivo artístico Grupo Germinal.

Germinal bebe inicialmente del caudal creativo generado por Alberto Híjar, teórico marxista, crítico del arte mexicano, a quien se debe, además, la creación, en 1974, del “Taller de Arte e Ideología”, (TAI) en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, que unió el arte con compromiso social bajo los postulados de Althusser y Foucault. Paralelamente, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas apareció el Taller de Arte y Comunicación (TACO) y estos colectivos se fueron agrupando en el Frente Mexicano de Grupos Trabajadores de la Cultura. En este contexto, Grupo Germinal, surgido en Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, se definió como “células que engendran otras células”, y fue conformado por Yolanda Hernández, Carlos Oceguera, Joaquín Conde, Silvia Ponce y Mauricio Gómez Morín.

Apenas parecía disiparse la pólvora de las masacres de Tlatelolco y del Jueves de Corpus, pero el país padecía la Guerra Sucia y el resquebrajamiento del llamado “Milagro Mexicano”, por lo que la educación artística también resentía los saldos de un régimen que iniciaba su decadencia:

En el México de la década de 1970 como estudiantes nos encontramos con escuelas de arte que operaban viejos y caducos programas académicos, tanto en la formación teórica como en el desarrollo práctico, que no respondían al contexto histórico, ni se incrustaban en la problemática social que se vivía. En nuestro país surgieron en esos años nuevas formas de hacer, de proponer y de circular la producción artística como consecuencia de la discusión y reflexión colectiva, cuestionando las formas tradicionales del arte que no miraban hacia el resto de la sociedad. Estas nuevas maneras, además de ser creativas y propositivas, se caracterizaron por ser una respuesta organizada y solidaria ante las problemáticas sociales. Fue una experiencia que rebasó lo meramente artístico, pues se fundió con proyectos de vida, fueron propuestas que tuvieron un común denominador: la inconformidad frente a la realidad y la posibilidad de enunciar un futuro distinto.[1]

 

 

Germinal promovió actividades como círculos de lectura, cineclubes, conferencias y talleres de educación artística infantil entre 1977 y 1978 y de ahí se pasó a la colaboración en las luchas sociales por medio de la manta, que cobró la dimensión de un espacio movible de expresión, pues, a diferencia del mural, “no espera a que el público se aproxime ya que comunica para y con el público en el momento histórico concreto que determina su producción. La manta no cabe en galerías ni se puede enmarcar, no se cuelga: se despliega y se carga. El grupo sintetizó en ella una serie de inquietudes estéticas e ideológicas y vio en ella una herramienta sencilla y eficaz”.[2]

La politización y acción clandestina de estos colectivos culturales llevó a establecer vínculos con los movimientos de Liberación Nacional centroamericanos, por ello, al triunfo de la Revolución Nicaragüense en 1979, fueron varios los grupos y personalidades de cineastas, escritores, artistas plásticos, cantautores convocados por el ministro de Cultura, el poeta Ernesto Cardenal, para construir prácticamente desde cero, la estructura cultural del nuevo Ministerio.[3]

Alberto Híjar fue el responsable del Seminario de Formación de Promotores Culturales Leonel Rugama, una entidad que buscaba la unidad revolucionaria entre católicos y sandinistas, y Germinal se integró a la Cruzada de Alfabetización junto con la artista estadounidense Lucille Corinne “Rini” Templeton, quien había participado en el Taller de Arte e Ideología con trabajos de protesta contra el golpe al periódico Excélsior en julio de 1976 y el hermano del poeta, Fernando Cardenal, sacerdote jesuita, nombrado Ministro de Educación; esto se dio, en palabras de Hernández y Oceguera,

…realizando mantas, impartiendo talleres para la producción de propaganda gráfica a organizaciones populares y políticas y en la educación artística infantil como recurso concientizador en la retaguardia de la alfabetización. Fue nuestro propósito hacer accesibles los medios de producción y reproducción visuales para que de esta forma los integrantes de dichas organizaciones se apropiaran de los recursos y los utilizaran para dar respuesta a sus necesidades de difusión y propaganda con los medios tradicionalmente populares del cartel, las plantillas y las mantas.[4]

Junto con la Cruzada de Alfabetización, los Talleres de poesía lograron la masificación de la lectura, y en ello, Germinal también tuvo una importante participación. Gracias a estos esfuerzos la UNESCO declaró a Nicaragua en 2009 territorio libre de analfabetismo.[5] A esto contribuyeron los Talleres de Creación Artística, generadores de poesía y pintura en los que Germinal tuvo un importante lugar. Cardenal se propuso “resucitar un escenario cultural nacional, históricamente dependiente del exterior por el poco fomento y hasta represión que experimentaba bajo la previa dictadura somocista”.[6]

La visión concientizadora y masificadora del arte con la que Germinal trabajó en México durante sus primeros años, coincidió plenamente con lo ya realizado por Cardenal en la década de los sesenta al frente de la comunidad místico artística que fundó en el archipiélago de Solentiname, al sur del Gran Lago de Nicaragua donde, además de la vida comunitaria propia del monacato, se montaron talleres de poesía y artes plásticas para el mejoramiento, que más bien, Liberación, de los pescadores de la región.

Este experimento social, destruido por la dictadura somocista, hasta los últimos días de la vida del poeta, fue motivo de hostigamiento judicial por parte del régimen orteguista por el litigio de aquellos terrenos

La guardia de Somoza destruyó todas las instalaciones de la comunidad, destruyó la gran biblioteca que teníamos, piezas arqueológicas, discos, cuadros, hornos de cerámica y de esmaltes, todos. Y los campesinos de todo el archipiélago por causa nuestra fueron reprimidos. Y la guardia les prohibió pintar […] Se reprimía la literatura, el canto, el teatro. Porque teníamos una literatura eminentemente de protesta, una canción políticamente comprometida, un teatro callejero que era de agitación, y aun a veces clandestino. Y se prohibían los libros. Primero fue con los libros que eran considerados más peligrosos, al final ya fue con todo libro, pues todo libro fue considerado subversivo.[7]

 

Ante un aparato cultural casi inexistente y que sólo consistía durante el somocismo en la importación de expresiones occidentales y la exaltación de lo estadounidense, la nueva cultura nicaragüense encabezada por Ernesto Cardenal se propuso ser un canal de expresión de las tendencias populares, nacionales, revolucionarias y antiimperialistas de forma masiva en las que el pueblo fuese más un actor que un mero consumidor de cultura.

Sin embargo, al poco tiempo de haber emprendido este gran proyecto, al interior del mismo gobierno sandinista surgieron las disputas por el control del ordenamiento cultural, principalmente en el campo de la poesía, pues un grupo encabezado por la pareja del presidente Ortega y actual vicepresidenta, Rosario Murillo, acusaba del fomento de la uniformidad estilística en torno a la obra de Cardenal, pero en el fondo, lo que se jugaba era el control absoluto del Ministerio. Esto culminó con la renuncia del poeta en 1987 y la supresión de la institución al año siguiente por orden del mismo Ortega, sólo para ser sustituido por una entidad menor Instituto de Cultura, a cargo ni más ni menos que de Rosario Murillo.

En la batalla por la cultura, “las facciones internas al sandinismo disputaban el privilegio a dictar la estética oficialista. El sector privado también se levantaba para defender la autonomía cultural. Pero sobre todo, la dirigencia del FSLN [Frente Sandinista de Liberación Nacional] se encargaba de controlarlos”.[8] Esto explica, en parte, la actual e históricamente anti natural simbiosis entre la oligarquía heredera del somocismo y la presidencia bicéfala de Ortega-Murillo. Esta no fue la única discrepancia dentro del sandinismo, puesto que otros personajes también se desmarcaron de Ortega y fundaron agrupaciones que reclaman para sí el verdadero legado histórico y moral de quien fuera “El General de los Hombres Libres”, Auguto César Sandino.

 

A pesar de estos problemas, Germinal continuó introduciendo sus propuestas pedagógico-sociales a través de las artes visuales y el lenguaje escrito para generar la expresión de una cultura local propia: “si bien nosotros fuimos conocidos por la realización de mantas, el trabajo que nos formó fue la impartición de talleres, pues nos dio la posibilidad de entender los procesos de enseñanza artística y, sobre todo, a entender las necesidades culturales de las comunidades”.[9]

 

A su regreso a la República Mexicana, Grupo Germinal intervino con lo aprendido en Nicaragua en el Taller de Gráfica Monumental de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, donde sus propuestas estéticas llegaron a ser fundamentales para el diseño curricular de la carrera de Diseño de la Comunicación Gráfica.

 

Tras una prolífica trayectoria en la pintura y el grabado, Yolanda Hernández y Carlos Oceguera fijaron su residencia en la ciudad de Aguascalientes, donde fungieron a principios del presente siglo como creadores de la Licenciatura en Artes Visuales, así como de los nuevos museos del Instituto Cultural de dicha ciudad, donde son reconocidos como importantes maestros.

 

Son pocos los artistas que, como ellos, han tenido la experiencia de ayudar a construir todo un sistema cultural en el contexto histórico del proceso de liberación país y establecimiento de un nuevo régimen.

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Yolanda Hernández y Carlos Oceguera, Grupo Germinal, en Discurso Visual. Revista de Artes Visuales, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap), Número 36, Julio-Diciembre de 2015. http://www.discursovisual.net/dvweb36/TT_oceguera.html

[2] Ídem.

[3] Cuauhtémoc Medina González, Olivier Debroise (Editores), La era de la discrepancia: arte y cultura visual en México, 1968-1997, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2006, p. 222.

[4] Hernández y Oceguera, Op. Cit.

[5] Guadalupe Xochitlanetzin Pastrana Hernández, “Los talleres de poesía del Ministerio de Cultura en la Nicaragua de los años ochenta”, en Revista Humanismo y Cambio Social. Managua, Número 5. Año 3. Enero - Junio 2015, https://www.lamjol.info/index.php/HCS/issue/view/664

[6] José Jaime Chavolla Mc Ewen, “Política cultural en la Nicaragua neoliberal”, en L'Ordinaire des Amériques, Número 211, Nicaragua: reflexiones y debates, 2008, https://journals.openedition.org/orda/2561?lang=en

[7] Cardenal en Chavolla, Op. Cit.

[8] Pastrana, Op. Cit.

[9] Hernández y Oceguera, Op. Cit.


Juan Carlos Esparza Ramírez

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Maestro en Historia de México por el Instituto Cultural Helénico. Licenciado en Ciencias de la Cultura por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Tiene estudios de Doctorado en Antropología de Iberoamérica por la Universidad de Salamanca, España. 

Es docente en Centro ADM, Universidad del Claustro de Sor Juana, Universidad Pontificia de México y Centro Eleia. Es especialista en Historia cultural, política, diplomática y militar de México y de los conflictos internacionales del Siglo XX.

En el ámbito museístico fue curador y director del Museo Nacional de la Cristiada y de la Pinacoteca virreinal en Real de Asientos, en Aguascalientes, Coordinador del Foro Educativo en el Museo Interactivo de Economía y Encargado de Relaciones Públicas en el Museo Frida Kahlo en la Ciudad de México. También ha montado y curado exposiciones en el Colegio de Arquitectos de México, la Universidad Pontificia de México.

Co fundador de Opus Artis. Arte que trasciende, institución especializada en la Valuación de Obras de Arte, Gestión cultural y Educación en línea.

Actualmente combina la docencia con la gestión cultural mediante la realización de coloquios, congresos, mesas redondas y presentaciones de libros en las instituciones donde labora, así como en La Casa del Poeta Ramón López Velarde.

Es autor de “Oficios femeninos en Los mexicanos pintados por sí mismos. Una perspectiva de género”, junto con María Eugenia Fragozo, en “Estudios Históricos sobre Cultura Visual. Nuevas perspectivas de investigación”, Instituto Mora, CONACYT, El Colegio de Michoacán, México, 2016.

“El Pronunciamiento Federalista de 1840: Preludio al Fin del Centralismo”, en Memoria del Primer Congreso Nacional de Historia Militar de México, A través de los archivos históricos. Secretaría de la Defensa Nacional. México, 2015. Viajeros y costumbristas en España y México: la mirada de propios y extraños en el siglo XIX, Editorial Académica Española. 2011.

Mtro. Juan Carlos Esparza Ramírez

Grupo Germinal: Artistas mexicanos en la Revolución Nicaragüense. Ponencia dictada en el Coloquio –Recital Homenaje a Ernesto Cardenal. Casa del Poeta Ramón López Velarde, jueves 30 de mayo de 2019

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