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Sofía De la Torre

Nació en la ciudad de México en 1997. Tiene una pasión admirable por imitar la frase inicial de La Boca de Camilo y Mau y Ricky: Cantame Mau y Ricky. El limón, el chile serrano y la soya le parecen los únicos ingredientes existentes en la cocina.  Casi de manera mecánica, hace avioncitos con las etiquetas del té de manzanilla. Acostarse en superficies planas y mirar el cielo le hace sentir que la tierra no es más que una canica flotando en el espacio ; sin embargo, lo disfruta plenamente.

Sofía De la Torre

Las pesadillas y el peso de los mamíferos

Lass dir Alles geschehn:

Schönheit und Schrecken.

Man muss nur gehn:

Kein Gefühl ist das fernste.

Rainer Maria Rilke

 

La palabra pesadilla viene de pensar y el diminutivo de pesar, si lo analizamos sin demasiada seriedad tener pesadillas es pensar pesadito. Yo sueño en blanco y negro, por eso las pesadillas no me impresionan. Si recordara los sueños más terribles, podría hacer una película de cine noir bastante confusa. No los recuerdo porque estoy ocupada en cosas más importantes, como mirar al techo o preguntarme qué tan necesario es recordar o cuánto tiempo debo esperar para que se levante la vaca que está reposando en mi pecho o si todas las palabras son punzantes si las piensas demasiado. Yo creo que las palabras se envuelven alrededor del colchón y crean un camino de agujas escondidas en una alfombra persa y por eso se torna dificultoso pensar. Pero el problema no nace de las palabras o de los tapetes, sino de la vaca que llega en silencio y se acomoda sobre mí. Es su peso lo que establece la sensación de estar enterrado de manera vertical en la arena, con la cabeza afuera mientras una ola se acerca a una velocidad espeluznante. Según la innegable información de Wikipedia una vaca pesa alrededor de setecientos veinte kilogramos, que sería lo equivalente a levantarme a mí misma doce veces. En un día común nos levantamos de la cama una vez; en situaciones extraordinarias o fines de semana podemos repetir ese proceso una n cantidad de veces (más que nada porque la vejiga tiene una menor capacidad que esas botellitas de plástico rosa que venden en Miniso). Sin embargo, si la vaca se postra, es casi imposible levantarse. Hay que hacerlo, eso no está en duda (o terminaremos con dolores de espalda, el pelo grasoso y los pantalones meados) pero es una tarea bastante complicada. Si midiéramos a la vaca con la misma regla con la que medimos a las pesadillas, sería como despertar y continuar en ese pensar pesadito. A diferencia de los sueños inconvenientes, la vaca necesita más que el sol de la mañana para desaparecer; necesita un sol propio que en realidad es más pesado que la mentada vaca. Pero hacer el esfuerzo sobrehumano de levantarse, mientras se maquina lento el plan de creación de un sol, es necesario para la supervivencia. Hay que hacerlo, aunque sobrevivir solo porque no hay de otra, pueda convertirse en pensar pesadito. Por el momento, solo puedo confiar en que la vaca se volverá un buen bistec y buscar formas de hacer la vida más ligera cómo llamar pensar pesadito a las pesadillas o vaca a la depresión.

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