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Héctor Daniel Olivera Campos

Mar de la tristeza

Uno intenta ir por la vida con la sonrisa erguida y se automedica todos los días con píldoras que contienen reducidas dosis de optimismo. Pero siempre hay una pequeña catástrofe que le desmonta las agradables y livianas mentiras que se susurra al oído a modo de placebo. Una persona se cruza en su órbita y le devuelve los pies al suelo o, bien, un incidente rescata de las cloacas de la memoria los jirones sanguinolentos de unos recuerdos que una memoria elíptica no ha podido suprimir. 

 

El hombre trata de concentrarse en su trabajo para espantar la melancolía. Pergeña ecuaciones en un papel. Ama las matemáticas, el único lugar del conocimiento en que belleza y verdad coinciden en un mismo enunciado.

 

Ordena al radiotelescopio que fotografíe la luz de una galaxia extinguida. Y piensa que quizás la vida es como esa luz, un inmenso juego de fantasmagorías. Mientras recuerda el último incidente banal del día anterior, la enésima chica que le rechazó y se siente ridículo por estar triste por ello y sucio por la condescendencia con que lo hizo. Ella no se merece tanto azoramiento, concluye. Toca armarse de valor y regresar a la cancha de juego, al páramo minado de decepciones, para seguir mintiéndose mientras el tiempo transcurre sin premio y se agota con fatalidad astronómica.

 

Refresca envolverse en las matemáticas, al contrario que las personas, aquello que expresan es verdad, no simulan, no juegan, no mienten. Y, sin embargo, esa luz galáctica que contempla es mentira, viaja en el tiempo describiendo ilusiones. Es algo extraño, es como la vida misma, piensa. Es extraño, como lo fue esa cafetería de la gran estación en la que estuvo esperando un tren hace dos días y en la que un solo hombre sorbía su café con leche sentado al fondo de la sala, alistada de mesas y sillas tan idénticas como vacías. Era como en un cuadro de Edward Hopper, la escena tan saturada de soledad como lo puede estar un motel de carretera.  Y recuerda haber tiritado de tristeza a causa de una melancolía sin adjetivos, casi cósmica.  Pensar en Hopper le lleva a divagar: Qué suerte tienen los artistas, piensa, pintores y poetas que transforman en arte el dolor de su existencia. ¿Qué les queda a los que no son artistas? ¿El arrebato violento, el suicidio, la borrachera, las drogas o la amargura?  ¿Conducirse por la vida como a través de una blasfemia sin tregua? ¿O, quizás, atiborrarse de química, psicólogos y libros de autoayuda? ¿Cómo transcender las tristezas más íntimas y los dolores más hondos?

 

El científico deja de mirar por el telescopio. Vuelve al trabajo. Hay una mancha en un planeta extrasolar que ha descubierto y, una vez numerada y ordenada, tiene derecho a bautizarla. Cavila durante un minuto y anota una frase: Mar de la tristeza.

 

A la semana siguiente el director del proyecto le cuestiona su decisión porque el nombre escogido le resulta lúgubre. “Si en la luna hay un Mar de la tranquilidad ¿por qué no puede haber en un planeta remoto un Mar de la tristeza?”, arguye el científico.

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Héctor Daniel Olivera Campos

(Barcelona, España, Nacido el 25 de octubre de 1965). Empleado municipal en Barberà del Vallès (Barcelona).Ganador del primer premio en los siguientes certámenes literarios: I Concurso de Microrrelatos ELACT (Encuentro Literario de Autores de Cartagena (2013);  Cibercertamen literario Hypatia de Alejandría de literatura breve en su quinta y novena edición (2013) y (2017); III Certamen de Microrrelatos de Historia “Francisco Gijón” (2015); XI Premio Saigón de Literatura (2017); XV Premio de Relato Corto “El coloquio de los perros” (2017); I Certamen de relato corto Té Cuento (2018); IV Certame contos de Ultramar (2018); XIV Concurso de Relatos de Viaje Moleskin (2019) y III Concurso de Relato Hiperbreve “Qué no nos jodan la vida” (2020); I Concurso de cuentos “Hoja por hoja” (2020) con el relato “Imagine” (ganador ex aequo). Finalista en numerosos premios. Ha publicado relatos en diversas antologías y en revistas literarias de España, Latinoamérica y Estados Unidos.

Blog del autor “Objetos perdidos”: http://hectoroliveracampos.blogspot.com

 

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