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Manzanas

Por Gabriela García Landa



Los martes me abastezco de manzanas en el mercado. La oferta varía. Granny Smith, Red Delicious, Ginger Gold, pero las Gala son mis favoritas, por su piel roja y amarilla, su sabor bittersweet. Cada bocado me transporta a la infancia: a Igor, el viejo sabueso con quien compartía mi fruta favorita bajo la sombra del fresno; al concreto caliente de las gradas del colegio bajo el sol de marzo, en las que un grupo de niñatas me observaban, cuchicheando sobre mi forma extraña de comer: no me detenía al llegar al corazón. Ignoro el recuerdo, como un día aprendí a ignorarlas a ellas. Llego a mamá. Siempre vuelvo a mamá.

De pronto es verano. Viajamos al norte en una camper en la que recorreremos los bosques canadienses. Sin duda, idea de papá, que no comprende por qué no logra hacerla feliz. Mis padres comparten un cuarto en el que apenas cabe una cama. Durante el día, mamá duerme. Se pierde entre las sábanas de nylon y los brazos de Morfeo, y devora manzanas. Ella no se come el corazón; todo adquiere un aroma fermentado. Mi hermana pequeña y yo dormimos en una especie de tapanco, que es en realidad un espacio de almacenamiento. Pasamos largas horas en la carretera y peleamos por tonterías. Un día insiste en entrar al cuarto con mamá. La puerta se encuentra cerrada con llave. Papá, al volante, me hace la encargada de tranquilizar a Susana y devolverla a su asiento. Durante el forcejeo, me golpea y acabo con un ojo morado. Otra vez, no me defiendo. Papá se hace de la vista gorda. Mamá no pregunta cómo adquirí el golpe.

Todos los días nos detenemos en medio de algún bosque a almorzar. Hacemos emparedados, mamá baja con una manzana en la mano. En medio de los álamos fantaseo con perderme y llegar a una cabaña en la que viva una pareja de ancianos amables que quiera adoptar a una niña como yo. Caminamos a la orilla de un río. Papá y Susana van por delante. Yo me quedo atrás para no dejar sola a mamá. Nos detenemos al pie de una roca negra pulida por el agua. Sus lágrimas caen y se pierden en la corriente glaciar. Dice que si le regalas tu llanto al río, las hadas te concederán un deseo. Pero mis ojos están secos. Mamá se ha robado mis lágrimas. Canto para ofrecerle algo más a las hadas. Deseo tener una mamá que no esté triste.

Cae la noche. Nos detenemos en un parking. Al amanecer, ayudo a papá a vaciar el depósito de aguas negras. Las tres nos bañamos en las duchas comunitarias. El piso está sucio y huele mal. No hay agua caliente y aunque es verano, en el norte hace frío. Mamá tiene cara de susto. Se disculpa con nosotras como si fuéramos refugiadas en lugar de vacacionistas. Al volver a la camper, desaparece entre las sábanas y nos ponemos en marcha.

The Butchart Gardens es de los lugares más bonitos del mundo, dice papá entusiasmado al llegar. Susana, que está haciendo un berrinche, se acicala, se pone la chamarra roja y un gorrito de lana y baja emocionada. Mamá prefiere no ir. Yo me quedo con ella, le digo a papá.

Después de unas horas, me gana el aburrimiento. Cubro a mamá con una frazada y me abrigo con la chamarra azul y un gorrito de lana. Encuentro un par de dólares entre las cosas de papá y los meto en mis bolsillos. Me aventuro entre tulipanes y petunias, entre turistas y locales que para mí son extranjeros. Papá tenía razón. Es como en Alicia. Con los dólares arrugados de mi bolsillo compro una manzana de un carrito. No es cualquier manzana. Está cubierta con caramelo y pretzels bañados en chocolate. Empieza a oscurecer y me siento en una colina tapizada por mantas en las que familias y parejas esperan el espectáculo de fuegos artificiales. Papá nos habló de él. Busco a papá y a Susana con la mirada pero no los encuentro.

El cielo explota con colores. Muerdo la manzana azucarada y sucede lo mismo dentro de mi boca. A mi alrededor oigo risas. Oigo ooohs y aaahs de admiración. Todo es hermoso y yo soy parte de ello. Siento una lágrima recorriendo mi rostro y tomo la única decisión importante que he tomado. Confío en que no podrán encontrarme.







Gabriela García Landa (CDMX, 1994)


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